miércoles, 7 de febrero de 2007

observaciones contradictorias



Un país lindo


Lindo. Creo que es el adjetivo por excelencia de estas tierras. Lejos de la exuberancia natural de Brasil, la turbulenta historia de Paraguay, o la sofisticación de Argentina, Uruguay mantiene un carisma un tanto rústico que se caracteriza por ser poco impresionante pero agradable. Como una mujer bonita que sonríe por natural cortesía. Así es Uruguay.
Montevideo es una capital atractiva, las playas de Rocha son pintorescas, la pampa y sus colores un poco secos pero brillantes han inspirado poemas, pero es menos probable que hayan hecho lo propio con suicidios. Y paso por estos paisajes y no sé si tomarles una foto, y pienso que todo Uruguay es eso: un lugar que no estas seguro si debes fotografear (suponiendo que no tienes cámara digital).
De todas formas, el país me ha sorprendido gratamente. Es pequeño, pero si observas más allá, ves que está lleno de cosas cuyo valor reside justamente en que no han sido corrompidas, y probablemente no lo sean por un buen rato.
Esta entrada la escribo desde La Pedrera. Es un pueblo pequeño, con algunas casas de verano, calles polvosas, dos o tres hoteles más bien rústicos, y perros que duermen la siesta entre las espinas y el olor a yerba mate que inunda al medio día. Hay un par de playas de arenas limpias, y por las calles pasan escasos autos. Y este pueblo solitario es considerado uno de los principales destinos de verano del Uruguay, y estamos en febrero, que ya no es temporada alta pero sigue siendo época de turistas.
¿Qué es lo que lleva a los uruguayos a portarse así, me pregunto? No estoy seguro, pero sea lo que sea, me da gusto de que exista, pues lugares como Uruguay, en los que las playas son pequeñas, la gente es poca y amable, las mujeres son bellas sin ser exuberantes, y las olas del mar son lo suficientemente fuertes sin ser peligrosas como para divertirte sin miedo a morir por una distracción de pocos segundos, son necesarios hoy, cuando los mercenarios del turismo aprovechan cualquier característica medianamente única de un lugar para convertir la zona en un destino para las hordas ignorantes y destructoras, con su consumo sobreexplotador y erosionante. Y es que este lugar no tiene nada de único, a excpeción de esto. Por lo que, hasta que el turismo se vuelva metafísico, Uruguay no será un gran destino turístico (a excpeción de Punta del Este, pero eso es otra historia: la gente va directo a Punta, y sale de ahí directamente, sin buscar conocer nada más).
Y regresando al principio, es curioso que la palabra lindo se use bastante aquí. El otro día, mientras paseaba a mi perra, una señora se detuvo y me dijo que estaba relindo. Así es: la gente te hace la plática en la calle, con bastante frecuencia. Hay una cierta aura de amistad en todo el lugar, entre otras cosas. En ese sentido, creo que lo que algunos considerarían las insuficiencias de Uruguay como destino de turístico, es loque lo convierte un sitio ideal para viajar.

02-02-07

***






Lejos

Alejado de la mano de Dios. Esa frase trillada es la primera que me viene a la mente cuando veo el Cabo Polonio desde camión descubierto que recorre el trayecto entre la carretera y el mar a través del desierto. Y es que de este lugar, no sólo dios, sino también el ser humano, parece haberse olvidado. La sensación que me arropa cuando veo el pueblo de cerca, achicharrado bajo el sol, durmiendo a la sombra del faro, es como de quien acaba de leer un texto trágico. Las casuchas de manera rústicas y pintadas de colores, consideradas atractivos turísticos por algunos, son de una madera negra, como rescatada de un naufragio. Y ahora que lo pienso, es como si el pueblo entero fuese sobreviviente de un naufragio, como si lo hubieran construido con la madera de la balsa en la que casi mueren. Por las noches no hay luz y el agua la sacan de los pozos. La soledad sólo la alumbran las estrellas y el faro.
Caminamos por la playa y nos encontramos esqueletos de aves y lobos marinos. Pienso en la soledad en la que murieron. No hay nada más que el mar azul, y el murmuro de sus olas que son como un canto lejano y olvidado que devienen melodiosamente en sollozos. Escribo esto y me entra tristeza, además de que mi piel comienza a arder bajo la ropa que el sol atraviesa como fuego. Justo ayer había pensado que en Uruguay no había lugares que inspiraran a cortarse las venas. Hoy, sudando junto al desierto, observando desde el mar acidamente apestoso a mierda de lobo marino la tragedia del Cabo, me debato al respecto. De pronto, una mariposa cae del cielo, bota sobre mi cuaderno y cae inmóvil sobre la arena. Me acuerdo de la anécdota de que, unos días antes de ser rescatados, los tripulantes de la balsa Medusa, que Gericault haría famosa en su pintura, vieron una mariposa blanca sobrevolando el mar. Una mariposa viva que les llenó de esperanza. Pero acá el sol las derrumba, y las olas las devoran. Me inclino por el 'sí' .

03-02-07

1 comentario:

N en reconstrucción dijo...

Pues "relindo" su post, como casi siempre... Tengo muchas ganas de conocer Uruguay y sus "montevideanos" gracias a cierto escritor al que quiero mucho, jeje.
Lo de la mariposa estuvo bien tétrico, me recordó al poema (?) de Rushdie, uno que habla sobre lugares lúgubres y mariposas torturadas.
Saluditos.