domingo, 7 de enero de 2007

El tiempo perdido

Pensé que llegar al vuelo iba a ser una experiencia de reflexión. Inevitablemente sería un movimiento hacia adelante pero esperaba que fuese también una experiencia evocadora del pasado, el cual se me presentaría como un punto geográfico recorrido. Me imaginaba reviviéndolo a través de las imágenes que se dibujarían sobre las calles y los cielos de la ciudad conforme me alejara por el eje vial, con los ojos fijos, dirigidos al mundo observable por el cristal trasero del auto. Sería como el movimiento del auto alejándome a la vez que por dentro voy recorriendo los segundos más condensados de mi existencia. Una especie de ascenso melancólico hacia un destino asegurado.

En lugar de eso, fue un viaje hacia el futuro. Despertar hora y media tarde evitó la posibilidad de cualquier reflexión, de cualquier sosiego. Me tuve que aferrar, aranhando, como un gato, al futuro que se me deslizaba de entre los dedos, al avión que se alejaba sin cargarme en sus entranhas. No tuve tiempo de sentir cómo las calles me fueron alejando, ni cómo el pasado que dejaba atrás se desfragmentaba. El aeropuerto ya no era un sitio de peregrinaje, sino únicamente una máquina de distancia hacia la cual me abalanzaba desesperadamente.

No fue hasta que las dudas sobre mi abordar el avión se disiparon (o sea, treinta minutos antes de despegar) que sentí la distancia erguirse y caer de inmediato entre mí y la ciudad de México con la fuerza de una piedra. Nada paulatino. Nada sutil. Fue como cruzar un umbral mágico, y que se cerrara mágicamente tras de mí, dejándome varado en una isla desierta. Fue tan rápido, que ahora, sobrevolando el infinito de los árboles y serpenteantes ríos amazónicos, y luego la oscuridad total, no termino de sentir que sea real. Esperar tanto este momento, para que dure tan poco, y sea tan brusco. Pensar que entre mi hogar, mi idea de seguridad, y mi cuerpo, se está forjando una brecha insondable por el cuerpo físico, una distancia irremediable que sólo 10 horas de vuelo en un avión pueden recorrer.

(Para colmo, éstas podrían bien ser falsas, pues viajando en un avión, uno nunca constata un espacio recorrido. Nunca lo toca.)

Todo ha sido brusco, pero puedo decir a ciencia cierta, ahora, que estamos a punto de aterrizar, que me siento lejos, que estoy lejos, y que eso era justo lo que quería.


06-01-07

2 comentarios:

Anónimo dijo...

te felicito tu manera de expresarte es sensacional, soy tu fan no. 1

The Godfather dijo...

Hasta en los lugares más extraños y más lejanos, se te acompaña con el pensamiento y los mejores deseos. ¡Vive!