domingo, 8 de febrero de 2009

Apuntes mínimos de un jardin



Un homenaje a la naturaleza. Un homenaje a lo humano. La estética de la vorágine, de un derrumbe anunciado de antemano. Como todo, pero sólo que a una velocidad vertiginosa.

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Estas pozas de Edward James, sus esculturas: las piedras pasajeras de la intención artística.



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Una escalera a ninguna parte. ¿Quién dijo tamaña falacia? A mi juicio es evidente que no es el caso, pues esta escalera lleva a un sitio muy tangible. Hace falta caerse de su punto más alto para descubrir cuál es.


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El esqueleto de un dinosaurio, contorsionado.



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Tiene todos los elementos de lo genial. Hay belleza, hay minucia, hay sublimación con el entorno, hay una ambición monstruosa. La arquitectura por la arquitectura misma. La simbiosis de la naturaleza con el arte.



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Y se caen en pedazos. Se caen en pedazos las malditas esculturas. Da tanto gusto ver que son el viento, el agua, y el moho quienes siempre terminan ganando esta batalla.

3 comentarios:

Carmen dijo...

Lo que más me gustó de este lugar, además de la vegetación, fue el impactante sonido de insectos que se oia al llegar. Un verdadero concierto de artrópodos muy bello.

Anónimo dijo...

entrale a las carnitas compa!!!!

Virginia dijo...

Es muy bello ver cuando una creación humana se integra de esa manera con la naturaleza, muy acertado lo de la "simbiosis de la naturaleza con el arte",...parece precioso ese lugar...por unos segundos he viajado allí...gracias