sábado, 28 de junio de 2008

Calles rojas (dos de tres)




Quién sabe por qué escojo Chisty Purdy. Suena chistoso. Todo está en cirílico y me tomo el tiempo para no perderme en los trasbordos. Es relativamente sencillo el metro: todo tiene nombre, color y numerito. El problema es cuando quiero salir. Es entonces que descubro que no saber cómo se dice “salida” en ruso podría conducir ultimadamente a que pase el resto de mi vida viviendo en el subsuelo moscovita. Estoy en una triple estación, cada trasbordo tiene un nombre distinto, y las escaleras eléctricas (son bloques pesados y rápidos, de la época soviética) no llevan a ningún lado. Después de unos cuantos paseos por las escaleras (admiro talones ajenos), deduzco que BЫХOД B ГОРОД significa que por ahí es la salida. Voilá. Cuando escapo del metro me encuentro con una calle nueva. Es grande, con edificios monumentales y cuadrados, hay muchos papeles tirados, y no entiendo ninguna palabra de las que están escritas a su alrededor (el idioma no se te impone, sino que te sigue resultando indescifrable: me acuerdo un poco de mi infancia, nuevamente, de lo que se sentía no saber leer). Sin embargo, en esta confusión sucia de emociones hay un innegable sentimiento de algo que sólo el viajero que se librado de un problema conoce: un sentimiento de victoria.

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¿Ж o M? ¿Ж o M? Me dicen que Moscú es la ciudad más cara del mundo para comer fuera, pero por más que camino, no encuentro un maldito supermercado. A bordo del autobús comí una empanada de queso, otra de espinacas, una bolsita de papas Lays sabor queso y un plato de frutas que me regaló Sanita. Ahora ya es la 1 y me aproximo a las 16 horas sin probar bocado. Paso por afuera de un restaurante tipo buffet donde escoges y pagas de acuerdo con tu selección. Hay mucha fila, así que debe ser bueno. Me sirvo dos panqueques de queso con crema encima, una ración de patatas, una ración de ensalada con aceitunas y jitomate, y un vaso de una bebida dulce y fría que trae frutas y recuerda en varios aspectos al ponche navideño, y pan. Menos de 200 rublos. Supongo que para Moscú no está tan mal. Después de Paris supongo que nada me volverá a parecer caro en la vida. Termino de comer y tengo bastantes ganas de aliviar la vejiga. Gdié tualet? Nuevamente, lo que entiendo es el dedo que señala. Me podría estar diciendo que soy un idiota comemierda y yo nada más asintiendo como perro amaestrado.

Llego a la puerta, empujo, y de pronto, dos elecciones: Ж o M. No está la acostumbrada figurita del hombre de cuerpo liso ni la mujer con su faldita. Sólo Ж o M. Puta madre, estoy que me meo. Entra al equivocado y te acusarán de inmediato de pervertido. En eso llega una señora al pasillo común. Se me queda viendo raro. ¿Qué hace este pendejo parado en el pasillo? No hay un lavabo ni nada. Yo no la miro. Simplemente la dejo que pase y tan pronto la veo empujar la puerta con la Ж, entro corriendo a la otra.

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No sé si el hecho de que sea lunes tenga algo que ver (el fin de semana es de abundantes madrazos), pero nuevamente encuentro sangre. Esta vez es cerca de Christy Purdy. Unas cuantas gotas salpicadas. En el metro me percaté de que había unos cuantos sujetos con la cara amoratada y los ojos reventados. Estos rusos enigmáticos. Por una parte, parecen mansos. Yo me esperaba una ciudad más incivilizada y grosera, pero el primitivo resulto ser yo, que al no conocer las palabras empujo y piso y me excuso de ofrecer disculpas.

La gente es indiferente pero no es salvaje. No me ha tocado ver empujones jaloneos ni colectivos. Supongo que me esperaba algo peor que México, pero lo cierto (descubro constantemente con tristeza) es que México siempre es peor.

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La ciudad parece estar en construcción. Andamiajes, fachadas en restauración, grúas, edificios nuevos. Un desmadre. Las avenidas están infestadas de carros de ultralujo. Deportivos que yo nada más había visto en películas. Les gustan los autos negros y con ventanas polarizadas. Les gusta manejar por las enormes avenidas (reliquias del comunismo) y mostrar su dinero. Yo avanzo por el centro, 20 kilos al hombro. Me duelen los tendones del cuello, así que constantemente dejo mis cosas. Me detengo cada pocas cuadras para permitir que mis músculos aflojen. No sé a dónde voy, ni me importa. El sol me quema la cara y el centro es casi lo que se dice feo. Paso por en frente de las oficinas de la presidencia y alrededor de 200 policías con ropa de civil se me quedan viendo con esa suspicacia y paranoia innata de los policías; como si estuviera a punto de intentar asesinar al primer ministro. Una fila de BMW’s de modelos recientes se alinean afuera de la oficina. Negros todos. Así que no sólo los ricos, sino también los tiras, andan en autos de lujo. Otra Rusia: la Rusia policial, represora, totalitaria. La Rusia donde los partidos políticos de la oposición son aplastados y donde Putin tiene estatus de dios. En el centro hay militares y policías en cantidades bestiales, brutales, sobrantes. A cada rato se escucha el ululeo de las sirenas, y se ve algún auto acelerar por la avenida. A los lejos, una plaza. ¿Será la Plaza Roja? Camino hacia las murallas color sangre. ¿Serán las del Kremlin? Porque me sé el nombre de las cosas, pero no exactamente su distribución. Camino hasta llegar y de pronto volteo a la izquiera y los veo: domos redondos, como cebollas pintadas de colores. Blanco azul, verde y rojo, rojo y blanco, amarillo y azul. San Basilio: esa catedral que de niño me parecía que por dentro seguramente albergaría una juguetería. Con sus colores lúdicos, ruidosos, como conos de helado. Justo a mi izquierda. Sin haberlo pensado, adivinado, ni buscado. Qué chingón.



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La catedral de San Basilio no es una catedral, es un museo. Significa que nadie oficia misa, nadie reza, nadie hace más que observar. Lástima que la museografía esté toda e ruso, tal vez de lo contrario entendería más. La vista desde la catedral es bonita: se ve la plaza roja tapizada de ladrillos oscuros, una explanada que parece también una calle. Después de visitar las capillas (visto desde adentro, los domos que por afuera resultan hermosos son en realidad cualquier cosa) y confundirme ante la falta de un altar, salgo del museo y me acerco a la plaza roja, a la más roja de las calles de Moscú. La plaza roja no es roja, es bella. Las palabras comparten raíz en ruso, y en Rusia se suele admirar lo rojo. Red is beautiful. La plaza roja que en estos momentos atravieso ha visto derramamientos al por mayor: la Guardia de Pedro el Grande (unos dos mil oficiales) fueron ejecutados aquí. Y uno camina por aquí como si nada. La sensación resulta incluso más extraña cuando de pronto me percato de que avanzo solo por la Plaza Roja. Así es: miro a mi alrededor y no hay una sola persona. Esto no puede ser verdad, pienso. La plaza roja de Moscú, vacía. Y la única persona que camina por ahí soy yo. Pero el peso de mi mochila es real, la vista a mi alrededor es real (más o menos: ¿quién piensa realmente que un día irá a Moscú? ¿quién ha visto la Plaza Roja de Moscú sin gente un día de verano a las 2 de la tarde?), el calor del sol es real. De pronto, un silbatazo. Miro a mi derecha un policía que se acerca corriendo. Me pide que abandone la plaza. Me alejo hacia una calle adyacente convencido de que esto no es un sueño: que durante cinco minutos un lunes 23 de junio del 2008, la Plaza Roja de Moscú fue mía y sólo mía. Y eso es algo irrepetible.


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¿Y quién habría de salvar el día? Si primero fue Holiday Inn, luego tendría que ser Starbucks (CTAPБAKC). No hay cafés internet, pero hay wi-fi en todas las sucursales en el mundo. Así que aprovecho para revisar el mail y Marianna está en el gmail chat. Disculpas al por mayor, tuvo un problema. Quedamos de vernos a las 10:30 de la noche en Bratislavskaya. Llego con ella: llevo la mochila sobre el hombro, y me duele el cuello de cargarla todo el día. Ella es como un personaje de Rayuela: lúdica, simpática, perturbada, ingeniosa. Cuando llegamos a su apartamento en el piso 16, termina mi primer dia en Moscu y comienza el resto de mi vida.

4 comentarios:

Carax dijo...

Caray Diego... qué chido. Hoy que justamente pensé que el día había sido un total desperdicio, me encuentro con tus siempre estimables líneas. Qué te digo... gracias.

Anónimo dijo...

Wow!! me transportas con tus palabras

Andrea Arbizu dijo...

Hola!! Bueno,uno de mis deseos más grandoes es conocer Rusia... Me gustó leer tu blog; a veces siento que Rusia es sólo una idea que flota en mi cabeza, o quizás en la tele cada vez que sucede algo que alimete los noticieros amarilliastas... Gracias a Internet puedo ver una parte de ese país, otra, por los libros de autores rusos que me compro... Pero nada se compararía con tocar con mis propias manos el suelo de esa lejana tierra...

Saludos, gracias por este blog!!

Desde Base Esperanza, Antártida Argentina 2009

Cristian dijo...

Me encanta conocer diversos sitios y poder disfrutar de otras culturas. Es por ello que me interesa el hecho de estar al tanto de diferentes Ofertas de paquetes de viajes para poder conocer varios países