miércoles, 15 de abril de 2009

En el camino de San Luis Potosí hacia Real de Catorce

Matehuala

Las palmas, estiradas. Montañas como dunas pero inamovibles, sopladas por el aire seco, a ratos caliente, a ratos de hielo. Crepitan los tentáculos espinados (el follaje de lo yermo) de un monstruo. Los brazos de un Leviatán de arena y fuego.
Un camposanto, palmeras como cruces, amarillo lápida. Matehuala es un cuadrado en el desierto, una errata del altiplano. Más cuadrado -pienso-, imposible.






Las vegas, 7 km

Unas lucecillas amarillas: puntas de vela en el horizonte. El cielo de finales de la tarde asemeja un mar que se seca poco a poco, que la noche va aclarando para de pronto vaciar su negrura en él.
La luz de los faros del autobús, afuera, alumbra: una tira de asfalto negro que aparece, como si de la nada, hacia el infinito de territorios desconocidos.


-enero, 2009

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