El regreso
Viajar! Perder países!
- Fernando Pessoa
El ascenso
De noche, Ushuaia es sólo una silueta. No veo la cordillera de los Dientes, ni el glaciar Martial. El Canal de Beagle es apenas una idea poco pensada, un lugar en el que la luna puede reflejarse sosegada. Las montañas, los Andes, se insinúan por última vez tras la ciudad. Desde la ventanilla del avión, las saboreo por última vez. Casi puedo sentir mis pasos caminando por su suave tierra que en nada se parece al concreto de las banquetas. El avión acelera, despega y, de pronto, las montañas se quedan en la distancia. El avión se aleja hacia el atlántico, se aleja de las montañas, que poco a poco comienzan a ocupar un espacio menor del horizonte, y abren paso a algo más, a algo que aún no sé qué sea.
Y así poco a poco con todo el continente, con toda la distancia. Durante la noche, mis sueños parecen recorridos por sombras, recorridos por olvido. Y de la misma manera se van perdiendo las latitudes. Regreso poco a poco al punto de partida, al final que es también el principio. Por la ventana, los kilómetros son devorados por una nube opaca. Los borra como una goma de lápiz borra una palabra. Se convierten durante la noche en pulsaciones de mi memoria, el eco de un eco, la ilusión de unos pasos que se han difuminado.
Aterrizaje
Damas y caballeros: Bienvenidos al aeropuerto internacional Benito Juárez. La hora local son las diez de la mañana con veinte minutos y tenemos una temperatura ambiente de diecinueve grados. Esperando que su estadía en la ciudad de México sea de su agrado, les agradecemos haber volado con Aeroméxico, la línea aérea más puntual del mundo. Ha sido un placer tenerlos a bordo, y esperamos atenderlos de nuevo en el futuro.
La ciudad
La luz parece trastocada por el polvo. Pero no es el polvo de las polvaredas que se dispersa al caer, sino un polvo que parece adherido al aire, que da la impresión de respirarlo.
Comienzo a reconocer las calles y los edificios. De todas formas, tengo la sensación de que nada es real aún. He regresado, es cierto, pero el regreso no es más que geográfico. Cuando abro la puerta de mi casa, sin embargo, me doy cuenta de que el tiempo ha pasado. Casi medio año, en el que el polvo ha tenido el tiempo para cubrirlo todo y acumularse. Así que voy por una cubeta, un trapeador, jabón, y una esponja, y comienzo a limpiar. Sacudo, enjuago, trapeo, barro, y poco a poco, a pesar del tiempo, la suciedad café pegada comienza a diluirse. Los objetos comienzan a recobrar su apariencia de siempre. Al final, tras tallar y fregar las mesas, las baldosas, las repisas, y el espejo, todos poco a poco se han vuelto claros y brillantes. ¿Y el tiempo? ¿Se fue con ese polvo? La evidencia a simple vista me indica que sí, pero algo dentro de mí está seguro de que no.
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AQUÍ TERMINA EL VIAJE SUDAMERICANO, 05/01/07 - 03/05/07
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